Vacío:



La mayoría de las personas habremos experimentado en nuestras vidas alguna especie de vacío interior, ¿verdad? Cuando muere alguien que quieres, cuando te arrebatan algo que siempre has querido, se aparta alguien de ti sin razón aparente o, simplemente, te da la sensación de que a cada cosa que haces cada vez te vas cayendo más en ese precipicio al que no te gustaría para nada mirar hacia abajo porque te dan terror las alturas.

Hay momentos tan intensos en que lo primero que piensas es que no podrás con ello, que no podrás pasar un día más entre tanta mierda, piensas continuamente en que no tienes salida posible, en que a la vuelta de la esquina puede que haya otro abismo. Sí, también he tenido esa sensación millones de veces, siempre temerosa de que algo horrible fuera a pasar al día siguiente o quizá después de unas horas, con una ansiedad constante, intentando mantenerme cuerda en una realidad que parecía no ser la mía en absoluto y que me minaba tanto la moral que era incapaz de controlar. En este tipo de momentos, nuestras emociones se disparan, empiezas a sentir como si fueras a explotar y, lo único que consigues es llorar.

Otros momentos del pasado nos tienen atrapados, nos mantienen en una agonía constante de la que no sabemos si saldremos algún día, pensamos que pasarnos los días llorando es lo único que podemos hacer para pasar el bache para sanar, os diré que es uno de los métodos para liberar tu sufrimiento (aunque al día siguiente te levantas con un escozor de ojos que es un gusto), a veces tu interior necesita que tan siquiera respires hondo, que saques todo lo que hay dentro para poder cicatrizarlo como mejor sabe, sin necesidad de ningún parche, tan solo reconduciéndote hacia la orilla, ayudándote a salir y respirar por fin.

Alguien se ha desvanecido y ese lugar que ocupaba en tu corazón, ha desaparecido por completo junto a esa persona. Ese sentimiento de impotencia empieza a nublar tu juicio, después del shock empiezas a notar su ausencia cada día que pasa, lloras su pérdida como si ninguna lágrima fuera suficiente para acallar ese anhelo que ha nacido en tus adentros, como si pudiera cambiar algo el echar de menos a esa persona, como si ese lugar de tu corazón no pudiera ser reemplazado por ningún otro. Piensas que vas a desvanecerte con ella, que vas a formar parte de la niebla en la que ha desaparecido de repente y que podrás volver a tocar sus manos y mirarla a los ojos una vez más porque ni siquiera pudiste despedirte y, si lo hiciste, fue algo injusto y lo sentiste como tal, nada cambiará eso.

Espirales tan grandes que te arrastran, círculos viciosos que no te dejan escapar. Quieres cambiar pero hay algo que te arrastra al mismo abismo del que intentas salir, otra vez te frustras como momentos anteriores cuando ya lo intentaste, quieres pensar que es temporal pero no sabes hasta qué punto estás equivocado/a, empiezas a ver reacciones extremas en tu cuerpo y ni siquiera sabes el por qué, dado que, nadie te da una respuesta. Hay momentos en los que preferirías estar en tu burbuja un tiempo más para estar aliviado/a, para sentirte a salvo del mundo, para creer que, al menos, en ese lugar eres el/la dueño/a de ti mismo/a. Esa misma burbuja te mantiene fuera del alcance de terceros, por supuesto, de hecho, es como si no estuvieras en la realidad misma, sino que, lo miras desde fuera como si no estuvieras siendo partícipe de nada, pasándote la vida observando lo que pasa a tu alrededor como un/a imbécil sin darte cuenta de que ese estado estará ahí hasta que tomes conciencia de que debes hacer un cambio drástico.

La música, los libros, escribir, las series, películas... en fin, todas estas cosas son métodos muy útiles para distraerse, para no permitir que nuestra mente interfiera en nuestro cuerpo y sentimientos. Estas cosas hacen que te sientas mejor, que pienses en otras cosas a parte de ese vacío. No se trata de crear un parche y no superarlo, sino hacértelo un poco más sencillo para que tu ser sea capaz de cicatrizar aquello que te perfora por dentro como si fueran cuchillas imparables. La música ayuda a desconectar, a relajar nuestra mente, nuestro cuerpo, e incluso, a acallar nuestro pensamientos más negativos y fugaces; los libros te pueden transportar a otra realidad, a vivir la vida de otros y así, poder vivir más de una vida durante la tuya, algo realmente especial y mágico, conectando con toda la profundidad del protagonista del mismo y empatizando constantemente; los que escribimos sabemos que hacerlo es increíblemente terapéutico, tan solo dejas que fluyan las palabras que surgen en tu mente y las transfieres a una pantalla que servirá para encontrarte a ti mismo/a o encontrar algo en tu interior que quizá, antes no sabías; las series y las películas siempre tienen alguna lección que dar dependiendo del tema, hacen que te sientas conectado, distraído de los demás factores que te pesan en tu vida y haces que la historia te absorba haciéndote partícipe de ella, es increíble lo que son capaces de conseguir los actores que verdaderamente saben cómo actuar y crearte incluso emociones muy intensas.

Te das cuenta que, cuanto más te esfuerzas en escapar, el vacío más te atrapa entre sus redes con esa necesidad de pertenencia, de egoísmo desenfrenado y total posesión, no quiere que escapes de ese abismo que tú mismo has creado. Terminamos siendo prisioneros de ese dolor, de esa sensación de soledad, de abandono y desolación, hace que viajemos en los mares de la impotencia y la inseguridad, terminan siendo nuestros porque lo hemos permitido. Se deben tomar las riendas de aquello que piensas, de las emociones impulsivas, coger aquello que te corroe y analizarlo, saber qué es lo que está yendo mal y controlarlo, es algo muy complicado pero conforme se va practicando va haciéndose más sencillo. Aunque es más fácil salir corriendo, evitar el problema, llorar cada día hasta que los ojos se te enrojecen y terminar contigo ya sea auto lesionándote, intentando suicidarte, dejar a todos los que conoces de lado y seguir tu camino hacia la desolación.

Soy consciente de ello porque he pasado por espirales incontrolables, por momentos en los que pensaba que era mejor dejar de existir que permanecer en un lugar donde nadie me comprendería, donde nadie me aceptaría como soy. Lo sé porque he querido escapar del vacío, la enfermedad, los estados de inseguridad constante, del sentimiento de impotencia al morir un ser querido y pensando que desaparecer era mi única opción, lo único que podría hacer para sentirme mínimamente libre, para tener controlada tan solo una pieza de mi vida, aunque fuera bastante pequeña, al menos mi vida ha sido tan solo mía, ¿verdad? Los momentos de agonía eran los protagonistas diarios, me decían qué pensar, cómo mirar a los demás y apartarme de ellos lo más pronto posible. Mi desesperación me colapsaba sin saber qué estaba pasándome realmente pero intentando mantenerme cuerda en cada momento, esperando que ver desde un tercer lugar la realidad no fuera tan duro como lo estaba siendo e intentando volver a la realidad como pudiera, arrastrándome por el suelo para intentar llegar a ello, para poder respirar en la superficie en la que siempre había deseado estar. Nada se desvanece, permanece en nosotros y tiene que haber una forma de calmar la ansiedad, de encontrar la forma de despertar del letargo en el que nos mantiene el vacío, el velo que ha caído sobre nosotros y ver las cosas desde una perspectiva en primera persona, sin burbujas, sin contraluces, viendo la realidad como es.


Espero que os guste esta entrada, lectores. Un abrazo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Delincuencia Convencional y No Convencional:

TAG del Metalero:

Serie "El Mentalista":