Frustración:



Supongo que todo el mundo habrá tenido este casi imperceptible sentimiento que, a veces, pulula en nosotros aunque no queramos. Normalmente, está producida por un conglomerado de pensamientos negativos que nos acechan sin parar, algo que causa que sigamos atrayendo la misma negatividad y exactamente la misma situación una y otra vez sin darnos cuenta de que tan solo nos estamos haciendo daño a nosotros mismos en lugar de disfrutar del día a día. Empieza a nublarnos poco a poco hasta que ya nada nos hace sonreír, hasta que nos damos cuenta de que lo que nos pasa realmente no es solo desanimo, sino también frustración. Pues algo así me paso hace unos días, os comento.

Han habido muchos cambios alrededor de mí que han ido transformando mi realidad, han habido momentos casi perfectos, alegría, momentos inolvidables... pero han habido otros momentos que no lo han sido tanto, digamos que por mi constante exigencia a mí misma que no logro controlar demasiado bien. Soy una persona bastante metódica y, por tanto, constante, así que, digamos que me parecía intolerable no escribir en los blogs todos los días y en el libro, era imposible no poder dejar una de las dos cosas de lado cuando tienes tantos detalles que analizar al escribir, así que, digamos que me sentía irresponsable por el hecho de no adelantar el libro más a menudo y por saltarme algún día que otro en los blogs. Todo esto me iba creando una especie de desmotivación porque pensaba que no me estaba dando demasiado tiempo a hacer todo, incluso, me empecé a levantar mucho más temprano para poder adelantarlo, no me daba un respiro...

Como os comenté en la entrada "Desmotivación", me he estado trabajando las nuevas fotografías que he ido compartiendo especialmente en InstaGram y que, por culpa del algoritmo incluido este año, está limitando a mucha gente a ganar popularidad en esta red social (y no solo me pasa a mí), por lo que, si antes tenía hasta treinta o cuarenta "likes" por fotografía, ahora puedo tener tan solo diez o menos, lo cual, no era suficiente para mí, me limita. Esto no me molestaba tanto al principio pero, cuando te exiges tanto y ves que no llegas por esta constante limitación de las redes sociales, digamos que te enfurece y hace que te desmotives y dejes de lado algunas cosas que son verdaderamente importantes como escribir en su esencia y ya está o hacer fotos sin más.

También había tenido ciertos momentos de ansiedad por circunstancias totalmente ajenas a nosotros y que se han incluido poco a poco en toda esta frustración que ni siquiera era capaz de percibir en un principio. En esta ocasión, lo que me daba rabia era el hecho de no poder cambiar lo que estaba pasando, era algo que podía estar en mi mano para cambiar pero no podía hacerlo por diversas limitaciones, algo que empezó a ser un círculo vicioso y digamos que me vine abajo y dejé de persistir. Es curioso que ni siquiera me diera cuenta de todo esto, como que estaba dentro de mí pero también prefería que estuviera alejado de mi mente para no darme cuenta, no quería permitirme estar así pero era un sentimiento camuflado, fingiendo que todo estaba bien, quieto, justo como siempre... pero un torbellino tenía lugar dentro de mí, casi imparable. 

Los días siguieron adelante y fuimos a Gandía para ver a mi familia, para pasar un día con ellos y disfrutar, desconectar un poco de la rutina. La noche anterior estuve sin ganas de nada y Fabio ya me había hecho una pequeña reflexión sobre mi frustración, pero seguía sin verlo del todo, lo entendía y demás pero como que quería que permaneciera alejada sin darme cuenta tampoco de que me estaba haciendo daño a mí misma sin quererlo. Mientras comíamos los cuatro juntos, empezamos a hablar sobre las emociones, las situaciones por las que pasamos las personas, el estrés, las frustraciones... ¡y ahí me di cuenta! Empecé a autoobservar las diferentes situaciones en las que me había sentido así y realmente lo había estado a lo largo de cinco meses, por ello, había estado tan desganada, no aceptaba cada una de las situaciones en las que había estado porque, simplemente, no quería verlas. 

Lo que quiero decir con esto es, que al igual que hay que autoobservar nuestro cuerpo en cuanto a la alimentación y otras cosas, también debemos hacerlo a lo que se refiere a las emociones porque, quizá, nos sentimos cansados, extasiados, somnolientos, con dolor de cabeza o espalda... y no sabemos por qué, no encontramos una respuesta a estas pequeñas incomodidades que puede que afecten a nuestro día a día sin darnos cuenta. No hay que combatir nada en este caso, no debemos tratar la frustración como a un enemigo, sino aceptar la situación que estamos viviendo y mirando hacia adelante con lo que sea, no va a cambiar por mucho que nos enfademos, frustremos o lloremos, todo va a seguir permanente hasta que vuelva a cambiar porque no hay nada escrito, ¿verdad? 

¿Cómo superé esto? Quizá, os preguntéis. Pues bueno, cuando volvimos de Gandía estuve reflexionando y hablando con Fabio de la situación y ambos coincidimos en que debía cambiar esa forma de pensar tan estricta, esa que se me había impuesto en un pasado, exigencias por encima de cualquier otra cosa, me estaba tratando a mí misma como la universitaria que había sido y eso no podía seguir así, debía dedicarle su tiempo a las cosas pero dependiendo de lo que me apeteciera en ese momento, si quería leer pues a ello, si quería escribir en los blogs en vez de en el libro, pues venga... la cuestión a tratar era la exigencia que me tenía retenida sin percatarme de ello. Me he ido sintiendo mucho mejor tras superar esto porque se me había olvidado que el dedicarse tiempo a uno mismo también es importante, también se debe incluir en la vida diaria, el cuidarnos y ser libres de ataduras, no hace falta que nos las impongamos, siempre pasa y no nos fijamos bien en las señales.

¿Os ha pasado alguna vez? ¿Cómo os habéis sentido? ¿Cómo lo superasteis? 


Espero que os haya gustado esta reflexión, me ha encantado compartir con vosotros esta experiencia porque así, repaso lo aprendido. Un beso y un abrazo, lectores.

Comentarios

  1. En el trabajo soy una persona exigente y perfeccionista. Eso me lleva a tener ansiedad y estrés. Después del fallecimiento de mi padre (un hombre supertrabajador), y de superar una depresión, he decidido tomarme la vida con más calma. Y, desde luego, nunca permito que mi vida dependa de las opiniones de otros. Me gusta escribir y me gustaría publicar algo, por eso me dedico a mi blog, entre otras actividades, pero publicar en el blog no me lo tomo como un trabajo. Si una semana no puedo subir algo al blog, no me siento culpable. Tenemos que aprender a establecer prioridades y a no ahogarnos con las cosas que no dependen de nosotros. Un saludo.

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    1. Totalmente deacuerdo. Además, me alegra que hayas superado tu depresión, es un paso enorme para ver las cosas de otro modo. La verdad es que como quiero llegar a más gente, trato de escribir más a menudo, empeñarme en ser más constante... y al final, me termino estresando, como te ocurre a ti en el trabajo.

      También he decidido tomarme las cosas con más calma, al fin y al cabo, todo puede esperar, ¿verdad? Un saludo.

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